¿Hablaremos de nuestros fragmentos?
Hay palabras viviendo en mi corazón,
llevo en mi rostro el rostro de mi abuela,
en mis manos, la energía creadora de mi madre,
Y los miedos de ambas hallan cuna en mí:
Una hereda todo el amor y el veneno,
la creación y la sombra.
Decidí abrir mi pecho,
vesica piscis sangrante,
sentir el dolor de la otra,
Que era el mío,
Quemarlo con mi fuego,
Admirar a todas las mujeres que han resistido,
Porque,
Todas hemos sido heridas, todas,
Despedazadas, silenciadas, repudiadas,
Fragmentadas sin sentido,
Por otros, por nosotras mismas.
Nacidas en carne conquistada,
Que se nos cuenta ajena,
Hemos visto la destrucción de nuestros mundos
Y la degradación de lo palpable.
Somos testigas de un imaginario
Que no nos contiene salvo en condición
De musa luna virgen madre de dios
Y de todos los hombres.
Sometidas bajo mantos dulces
que esconden contradicción tras contradicción.
Por ello,
amo la monstruosidad
De la mujer que se levanta a sí misma,
De aquella que inventa su lengua
Y busca sus propios ángeles,
La que no teme ser incomprensible.
Rechazo el discurso de ellos,
Perdono el veneno,
Los pasos en falso de las otras,
Mi incapacidad de ser feliz,
El dejarme ser un animal herido
Por esta realidad necrofílica.
Perdono mi herencia:
la tristeza destilada.
Me habito, hoy,
en la palabra encarnada,
y el espejo de mis hermanas.
Escucho la risa de mamá,
creo en la risa de mamá.
Fragmentadas o no,
La destrucción del mundo
Propone la creación de otros,
Tejidos, escritos, pintados,
Sentidos y materializados.
Este dar a luz implica el llanto por la resistencia
Y la ternura de sonreír a pedazos.
Decidi abrir meu peito,
vesica piscis a sangrar,
sentir a dolor da outra,
Que era a minha,
Queimá-la com o meu fogo,
Admirar todas as mujeres que resistiram,
Porque,
Todas fomos feridas, todas,
Despedaçadas, silenciadas, repudiadas,
Fragmentadas sem sentido,
Por outros, por nós mesmas.
Nascidas em carne conquistada,
Por conta de outrém,
Vimos a destruição dos nossos mundos
E a degradação do palpável.
Somos testemunhas de um imaginário
Que não nos contém, excepto em condição
De musa lua virgem mãe de deus
E de todos os homens.
Submetidas por mantos doces
que escondem contradição atrás de contradição.
Por isso
amo a monstruosidade
Da mulher que se levanta a si mesma,
Daquela que inventa a sua língua
E procura os seus próprios anjos,
Aquela que não tem medo de ser incompreensível.
Rejeito o discurso deles,
Perdoo o veneno,
Os passos em falso das outras,
A minha incapacidade de ser feliz,
O deixar-me ser um animal ferido
Por esta realidade necrofílica.
Perdoo a minha herança:
a tristeza destilada.
Habito-me, hoje,
na palavra encarnada,
e no espelho das minhas irmãs.
Ouço o rir da mamã,
acredito no riso da mamã.
Fragmentadas ou não,
A destruição do mundo
Propõe a criação de outros,
Tecidos, escritos, pintados,
Sentidos e materializados.
Este dar à luz implica o pranto pela resistência
E a ternura de sorrir aos pedaços.