Mi
padre habla de los días después de la guerra. Nadie tenía agua, ni comida, ni
casa, ni nada, dice. Él es tan delgado que podría quebrarse. Como la ramita de
un árbol. No, él es un árbol. Se para con los pies paralelos y mueve las manos.
Por momentos las deja caer a los costados de su cuerpo. Sí, caer, ése es el
verbo. Como cuando dice que fue ese día en la estación de Shinjuku. Nada, nada,
repite. Él, que pasaba los veranos en una casa de doscientos años en el bosque.
Él que había usado trajes de seda. La seda de los gusanos, la que desaparece en
el fuego. Dice, yo no comí a la mañana. No dice Yo no había comido esa mañana.
Habla en presente. Siempre son en presente esos días. En la estación, parado,
dice, un joven. Seguramente estuvo en el frente y no murió y entonces vuelve,
dice mi padre, que tiene los brazos caídos a los costados del cuerpo y levanta
uno. Un gesto limpio. Casi puedo ver una hoja de papel entre su pulgar y su
índice. Arquea las cejas. Toda su cara se arquea de pena. Por favor, dice, por
favor, compre mi poema. Un joven, dice, no tiene nada. Nadie tiene nada. Un
joven poeta. Nadie puede comprar su poema. No tenemos ni monedas, dice mi
padre. Yo quiero estar ahí y comprar el poema. Pero estoy aquí y el poeta ha
muerto.
O
meu pai fala dos dias depois da guerra. Ninguém tinha água, nem comida, nem casa,
nem nada, diz. Ele é tão esquelético que podia partir-se. Como galho de uma
árvore. Não, ele é uma árvore. Pára com os pés paralelos e move as mãos. Às
vezes deixa-as cair ao lado do seu corpo. Sim, cair, esse é o verbo. Como
quando ele diz que foi nesse dia à estação de Shinjuku. Nada, nada, repete.
Ele, que passava os verões numa casa com duzentos anos no bosque. Ele que tinha
usado roupa de seda. A seda dos vermes, a que desaparece no fogo. Diz, eu não
comi de manhã. Não diz Eu não tinha comido nessa manhã. Fala no presente. São
sempre no presente esses dias. Na estação, parado, diz, um jovem. Certamente
esteve na frente e não morreu e então volta, diz meu pai, que tem os braços
caídos ao longo do corpo e levanta um. Um gesto limpo. Quase consigo ver uma
folha de papel entre o seu polegar e o indicador. Arqueia as sobrancelhas. Toda
a sua cara se arqueia de pena. Por favor, diga, por favor, compre o meu poema. Um
jovem, diz, não tem nada. Ninguém tem nada. Um jovem poeta. Ninguém pode
comprar o seu poema. Não temos nem moedas, diz o meu pai. Eu quero estar aí e
comprar o seu poema. Mas eu estou aqui e o poeta morreu.