Acaricio ahogados, toco y lamo cicatrices. Meto los pies en un mar que sangra por sus heridas, noto el gusto oxidado de las sangres que vendrán, nuevas laceraciones, marcas y socavones que mañana ocurrirán.
Cuidar de los ecosistemas implica velar por un fragmento de mundo con un amor alejado del discurso identitario, más allá y desvinculado del afán de posesión, del empeño en someter una fracción de Tierra a los deseos humanos. Con un afecto distante de la idea de “lo nuestro”, un respeto en grado sumo desposeído y libre del concepto de pertenencia.
Hormigón. Cemento. Se vende. Se alquila. Se cae. Se pudre. Cables mordidos. Soportales vencidos. Casas a medio hacer. Polvo y contenedores.
¿Qué significa decir que toda vida debe ser respetada? Significa comprender que los ambientes son cuerpos, cuerpos frágiles y vivos, y que en su interior las especies y los paisajes configuran una urdimbre de seres entrelazados que se usan y se cuidan, que se comen y se matan, que se aniquilan sin daño en flujos de amor y muerte.