La
colina de los hombres rotos
En
la prisión nadie está triste. Detrás de los barrotes, pero nadie
triste. Un olor metálico se va diluyendo como una serpiente que no
menea su cascabel, porque cuida el sueño de los hombres que duermen
sobre su corazón de piedra. La yema quiebra como el ojo cuando
lagrimea y no hay cortinas, solo barrotes, que los sequen. Pero nadie
está triste. Es una lluvia interna solamente. Nadie está triste,
dice el celador a veces fuera o a veces dentro. Poco importa donde
esté, si nadie está triste. El suelo cede, cariñoso, el paso a la
noche en que se desfondan suelas de zapatos. Ya no hay pensamientos
de fábricas y piernas de mujer, el café con leche o los calcetines.
El mal del sueño es ahuyentado por la grabadora en repetición que
nos dice que nadie está triste. Y cedemos a escuchar sin hacerlo,
mientras nos miramos las ropas grises de vergüenza. Pero no estamos
tristes.
Estamos
cansados, eso es todo.
A
colina dos homens despedaçados
Na prisão ninguém está triste. Atrás das grades, mas ninguém
triste. Um cheiro metálico vai-se diluindo como uma serpente que não
abana o seu sino porque trata do sonho dos homens que dormem sobre o
seu coração de pedra. A gema parte como o olho quando lacrimeja e
não há cortinas, apenas grades para os secar. Mas ninguém está
triste. Pouco importa onde se está se ninguém estiver triste. O
chão cede carinhosamente o lugar à noite onde se afundam solas de
sapatos. Já não há pensamentos de fábricas e pernas de mulheres,
café com leite ou meias. O mal do sonho é afugentado pelo gravador
em repetição que proclama que ninguém está triste. E rendemo-nos
a ouvir isso sem o fazer, enquanto olhamos as roupas cinzentas de
vergonha. Mas não estamos tristes.
Estamos cansados, isso é tudo.