Pabellón
B Este
as
lesiones del lenguaje, la lengua que tritura silencios, los
destilamientos del asombro en barcos anclados, la pena que despena.
Incidir y exceder las palabras supurando lo indecible. Las estancias
de la cicatriz, la costura que se deshilacha como la vida ¿Qué
vida? La que escuece, la que cavas,
la
que navega estando quieta, la que abordas a todo babor, la que no
sabes de qué se trata, la incurable, la de pájaros restauradores de
los cielos que tocaste, la imperdible, la que es comarca arrasada por
bandos contrarios en tu mente y la que se erige isla sitiada por los
anhelos como peces transparentes y escurridizos. La entubada, la de
cuidados intensivos, la que se interna para nunca más salir sino es
volando, fugando o reinventándose. La de adentro, la vida ida.
Y
así se cuaja el silencio en ejercicios de lenguaraz, así se retira
la venda para no ver y por fin mirar lo que navega. Así ibas
rumiando el rumbo mientras atravesabas el pasillo en una camilla como
una barcaza de entre guerras. los peces como pacientes en los
umbrales te saludan invitándote a desembarcar. No quieres. Así
debería navegar sin puerto te dices, mientras el enfermero no sabe
si vas a endocrinología o a siquiatría y relee la orden médica.
Sonríes. Todo es comprensión de lectura pero somos pésimos actores
que llegamos en un río paralelo a otra isla, a otro puerto que se
deconstruye apenas lo tocamos con el anhelo de quedarnos. Fluimos
como el antibiótico dorado por nuestra carne adorada por algún
gusano pasajero, no deseamos permanecer más que lo que desaparece en
el suelo soleado el escupitajo. La maroma médica como un
aplazamiento, un zurcido invisible para lo incurable, este decir que
se escurre por el sumidero de lo eterno, poesía caudal, remedio
vencido, párpados que se cierran como un poema dormido.
Pavilhão
B Este
as lesões da linguagem, a língua que tritura silêncios, os
destilamentos do assombro em barcos ancorados, a pena que consola.
Incidir e exceder as palavras supurando o indizível. As permanências
da cicatriz, a costura que se esfiapa como a vida. Que vida? A que
dói, a que cavas,
a que navega estando quieta, a que abordas a todo o bombordo, a
que não sabes de que se trata, a incurável, a de pássaros
restauradores dos céus que tocaste, a imperdível, a que é comarca
arrasada por bandos contrários na tua mente e a que se erige ilha
sitiada pelos anseios como peixes transparentes e escorregadios. A
intubada, a de cuidados intensivos, a que se interna para nunca más
sair se não for a voar, a evadir-se ou a reinventar-se. A de dentro,
a vida ida.
E assim se coagula o silêncio em exercícios de linguarudo, assim
se retira a venda para não ver e finalmente observar o que navega.
Assim irias ruminando o rumo
enquanto atravessavas o corredor numa maca como uma barcaça de entre
guerras. os peixes como pacientes nos umbrais saúdam-te
convidando-te a desembarcar. Não queres. Assim deveria navegar sem
porto, dizes-te, enquanto o enfermeiro não sabes se vais para
endocrinologia ou para psiquiatria e relê o boletim médico. Sorris.
Tudo é compreensão de leitura mas somos péssimos atores que
chegamos por um rio paralelo a outra ilha, a outro porto que se
desconstrói mal o tocamos com o desejo de ficarmos. Fluímos como o
antibiótico dourado pela nossa carne adorada por algum verme
passageiro, não desejamos permanecer mais que o que desaparece no
solo ensolarado o vómito. O cordame médico como um adiamento, um
cerzimento invisível para o incurável, este dizer que escorre pelo
sumidouro do eterno, poesia caudal, remédio vencido, pálpebras que
se fecham como um poema adormecido.