Agujero Negro
Ahí estaba
el cadáver del perro
en el centro del jardín.
Nos esperó su muerte
las dos noches, brillando de sed
bajo la luz inútil de la luna.
Imagino la escena desde la ventana,
la lenta transformación del cuerpo
en materia, en hueso, en aire
venenoso. Mis ojos
sobre su lenta huida de sí mismo,
implosión de estrella diminuta,
agujero negro en el corazón
del pasto, a dos metros exactos
del ave del paraíso,
atada a su tallo y moribunda,
impedida para el vuelo, imposible
soltar amarras y convertirse
en ave carroñera y saciar su hambre.
Ahí, en el centro del jardín, empezó el mundo:
me mostró el perro su destiempo, su hundirse
en sí mismo y el acto a voz en cuello
de la muerte. Desde entonces
gira mi vida rigurosa, mis días en ciernes
espirales, en torno al sitio exacto
de su cuerpo. Y éste se traga mi pasado,
devora días y obras,
el jardín y su casa que hace años no existen,
las comidas de domingo,
el piano desdentado y la abuela
sentada al tocador con sus perfumes,
cada frasco, cada olor ennegrecido,
la vajilla suspendida, girando
ante la gravedad enorme de ese centro,
en el que se desliza sin luz toda mi vida
y las horas y días que se han ido
y los años que me faltan
para siempre.
Buraco Negro
Lá estava
o cadáver do cão
no centro do jardim.
A sua morte esperou-nos
as duas noites, brilhando de sede
sob a luz inútil da lua.
Imagino a cena da janela,
a lenta transformação do corpo
em matéria, em osso, em ar
venenoso. Os meus olhos
sobre a sua lenta fuga de si mesmo,
implosão de estrela diminuta,
buraco negro no coração
do pasto, a dois metros exatos
da ave do paraíso,
amarrada ao caule e moribunda,
impedida de voar, impossível
soltar amarras e converter-se
em ave necrófaga e saciar a sua fome.
Ali, no centro do jardim, começou o mundo:
mostrou-me o cão a sua desgraça, o seu afundar
em si mesmo e o ato de voz no pescoço
da morte. A partir daí
gira a minha vida rigorosa, os meus dias emergentes
espirais, em torno do local exato
do seu corpo. E este engole o meu passado,
devora dias e obras,
o jardim e a sua casa que há anos não existem,
as refeições de domingo,
o piano desdentado e a avó
sentada no toucador com seus perfumes,
cada frasco, cada odor enegrecido,
a cerâmica suspensa, girando
perante a gravidade enorme desse centro,
em que desliza sem luz toda a minha vida
e as horas e dias que se foram
e os anos que me faltam
para sempre.