Salvese quien pudiera
Si fui amarga fue por la pena.
El capitán gritó “Sálvese quien pueda”
y yo, sin pensarlo más, me lancé al agua,
como ávida nadadora
como si siempre hubiera estado esperando ese momento,
el momento supremo de soledad
en que nada pesa
nada queda ya
sino el deseo impostergable de vivir;
me lancé al agua, es cierto, sin mirar atrás.
De mirar quizás no me lanzara
habría vacilado mirando tus grandes ojos tristes
siniestros remordimientos me hubieran impedido ya
saltar al espacio
tocar la fría humedad del aire
el nocturno relente
y caer
como recién nacida
en la flotante superficie del bote
donde todo habría de continuar,
no se sabe adónde.
Si hubiera mirado atrás,
tus grandes ojos tristes
la vela suspendida
los cabos sueltos
las cámaras anegadas
como los recuerdos salados del mar.
Si hubiera mirado atrás,
tus grandes ojos tristes,
la vela mística suspendida
los cabos sueltos
las cámaras anegadas
como los recuerdos salados del mar.
Si hubiera mirado atrás.
“Sálvese quien pueda”
gritaba el capitán
De haber mirado
de haber vuelto los ojos
como Eurídice
ya no podría saltar
pertenecería al pasado
anclada entre las redes del barco, tu capitán, el moho de las sillas
los versos que consumíamos en las noches de vigilia
tu pereza de saltar,
tu vergüenza de correr,
atrapada entre las hermosas lianas de los versos preferidos,
acaso no hubiera respirado más el aire salino
ni visto aparecer el sol;
era un caso de vida o muerte
“Sálvese quien pueda”
había gritado el capitán,
la vida era una hipótesis de salto,
quedarse, una muerte segura.
Salve-se quem puder
Se estive amarga era tristeza
O capitão gritou, “salve-se quem puder”
e eu, sem pensar, atirei-me à água
como ávida nadadora,
como se tivesse esperado sempre esse momento,
o momento supremo de solidão
em que nada pesa
nada resta já
senão o desejo impostergável de viver;
atirei-me à água, é um facto, sem olhar para trás.
Se olhasse talvez não me atirasse.
teria vacilado ao olhar os teus grandes olhos tristes.
sinistros remorsos ter-me-iam impedido
de saltar para o espaço
tocar a fria umidade do ar
o noturno relento
e cair
como recém-nascida
na flutuante superfície do bote
onde tudo terá de continuar
não se sabe onde.
Se tivesse olhado para trás,
os teus grandes olhos tristes
a vela suspensa
os cabos soltos
as câmaras inundadas
como as lembranças salgadas do mar.
Se tivesse olhado para trás.
“Salve-se quem puder”
gritava o capitão
Se tivesse olhado
se tivesse voltado os olhos
como Eurídice
já não poderia saltar
pertenceria ao passado
ancorada entre as redes do barco, o teu capitão, o mofo das cadeiras
os versos que consumíamos nas noites de vigília
a tua preguiça de saltar,
a tua vergonha de correr,
presa entre as formosas lianas dos versos preferidos,
talvez não tivesse respirado mais o ar salino
nem visto aparecer o sol;
era um caso de vida ou morte.
“Salve-se quem puder”
tinha gritado o capitão,
a vida era uma hipótese de salto,
permanecer, uma morte segura.