Sangre
Mi
madre, vestida aún de negro, me mira desde el centro de la
habitación. Sus ojos, olvidados de sí mismos. Su rostro, incapaz de
elaborar gestos.
Sobre
el sofá yace un oso de peluche que le pertenecía a mi abuela.
Pienso entonces en el cadáver de mi abuela, enorme y aún blando. Un
objeto, ahora, imposible de explicar.
Dejé
de ver a mi abuela hace más de diez años. Para llegar a su casa
había que atravesar el desierto y ella siempre estaba de mal humor y
tenía hambre.
De
mi abuelo recuerdo que olía a alcohol y cebollas, le gustaban los
juegos de palabras, y como perdió todo en la inundación del 56, no
le quedó más que vivir sin apresurarse.
Mi
abuela, en cambio, es una forma perdidiza, como aquellos papeles que
insertamos entre las páginas de un libro y jamás volvemos a ver.
“¿Qué
es la sangre?”, siento urgencia de preguntarle a mi madre quien
odia responder preguntas. Pero las palabras se me quedan en la
garganta, como una llama extinguida.
Mi
madre, mujer que nunca ha sabido qué hacer con sus manos, se sienta
en el sofá y acaricia el muñeco distraídamente. Sus dedos,
buscando entre el peluche los fantasmas del tacto de mi abuela.
Sangue
Minha mãe, vestida ainda de preto, olha-me do centro do quarto.
Os seus olhos, esquecidos de si próprios. Seu rosto, incapaz de
elaborar gestos.
No
sofá jaz
um
urso
de peluche que pertencia
à
minha avó.
Penso então
no
cadáver da
minha avó,
enorme e ainda
macio.
Um
objeto, agora,
impossível
de explicar.
Deixei
de ver a minha avó há mais de dez anos. Para chegar à sua casa
tinha de atravessar o deserto e ela estava sempre de mau humor e
tinha fome.
Do meu avô lembro que cheirava a álcool e cebolas, gostava de
jogos de palavras, e tendo perdido tudo na inundação de 56, só lhe
restou viver sem correrias.
A minha avó, por sua vez, é uma forma perdidiça como aqueles
papéis que inserimos entre as páginas de um livro e nunca voltamos
a ver.
“Que é o sangue?” Sinto urgência em perguntar à minha mãe
que odeia responder a perguntas.
Mas as palavras ficam-me na garganta, como chama extinta.
A minha mãe, mulher que nunca soube o que fazer com as mãos,
senta-se no sofá e acaricia o boneco distraidamente. Seus dedos
procurando entre o peluche os fantasmas do tato da minha avó.