Mostrar mensagens com a etiqueta lorena saucedo. Mostrar todas as mensagens
Mostrar mensagens com a etiqueta lorena saucedo. Mostrar todas as mensagens

20 agosto 2020

lorena saucedo


Sangre

Mi madre, vestida aún de negro, me mira desde el centro de la habitación. Sus ojos, olvidados de sí mismos. Su rostro, incapaz de elaborar gestos.
Sobre el sofá yace un oso de peluche que le pertenecía a mi abuela. Pienso entonces en el cadáver de mi abuela, enorme y aún blando. Un objeto, ahora, imposible de explicar.
Dejé de ver a mi abuela hace más de diez años. Para llegar a su casa había que atravesar el desierto y ella siempre estaba de mal humor y tenía hambre.
De mi abuelo recuerdo que olía a alcohol y cebollas, le gustaban los juegos de palabras, y como perdió todo en la inundación del 56, no le quedó más que vivir sin apresurarse.
Mi abuela, en cambio, es una forma perdidiza, como aquellos papeles que insertamos entre las páginas de un libro y jamás volvemos a ver.
“¿Qué es la sangre?”, siento urgencia de preguntarle a mi madre quien odia responder preguntas. Pero las palabras se me quedan en la garganta, como una llama extinguida.
Mi madre, mujer que nunca ha sabido qué hacer con sus manos, se sienta en el sofá y acaricia el muñeco distraídamente. Sus dedos, buscando entre el peluche los fantasmas del tacto de mi abuela.


Sangue

Minha mãe, vestida ainda de preto, olha-me do centro do quarto. Os seus olhos, esquecidos de si próprios. Seu rosto, incapaz de elaborar gestos.
No sofá jaz um urso de peluche que pertencia à minha avó. Penso então no cadáver da minha avó, enorme e ainda macio. Um objeto, agora, impossível de explicar.
Deixei de ver a minha avó há mais de dez anos. Para chegar à sua casa tinha de atravessar o deserto e ela estava sempre de mau humor e tinha fome.
Do meu avô lembro que cheirava a álcool e cebolas, gostava de jogos de palavras, e tendo perdido tudo na inundação de 56, só lhe restou viver sem correrias.
A minha avó, por sua vez, é uma forma perdidiça como aqueles papéis que inserimos entre as páginas de um livro e nunca voltamos a ver.
Que é o sangue?” Sinto urgência em perguntar à minha mãe que odeia responder a perguntas.
Mas as palavras ficam-me na garganta, como chama extinta.
A minha mãe, mulher que nunca soube o que fazer com as mãos, senta-se no sofá e acaricia o boneco distraidamente. Seus dedos procurando entre o peluche os fantasmas do tato da minha avó.