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10 dezembro 2018

paula abramo


Lupus eritematoso

Qué manera de llamarle a esto mariposa,
como si aleteo, destello esquivo de sepia, azul o
plata;
como si de pronto amarillo en un resto efímero de
lluvia.

Ninguna
mariposa
tiene este tinte de carne casi abierta, pero virgen
de sol, de campo libre.

Te dicen: mariposa.
Como si acto seguido hubiera que embutirlo todo,
todo de algodones
cerrar todas las ventanas, la luz
está proscrita
desde ahora
y para siempre,
hasta que los huesos se disuelvan en sal blanca,
y la piel en retorcidos laberintos de eritema.

Qué ganas de correrte las cortinas, de sacudirte la
niebla persistente en la pupila
y enseñarte los penachos de un fresno inaugurando
el año,
allí,
justo en la esquina
de tu casa.

Pero ya estás toda cruzada de pespuntes,
llevas encima un amplio mapa histórico
que indica
la migración de la fístula,
el orto rosáceo del mezquino,
la neuritis que boreal, metálica, se embute en tu
cadera.

A esto
le dicen
lobo.

Pero bueno fuera, mejor al menos una mordedura
que esta geología imprecisa,
demasiado acelerada
de úlceras y aullidos,
de torrentes de sangre corrosiva desbordándose
en la sordina permanente de tus cócleas.

Sacar, sacarte todos esos algodones,
dejar que entren el polvo, las palomas, el salitre,
abolir las gasas y el silencio,
susurrarte: mantequilla,
Samarcanda, esmerilado.
Mostrarte el fresno
de la esquina.

Lupus eritematoso

Que cromice chamar a isto borboleta,
fosse bater de asas, lampejo esquivo de sépia, azul ou
prata;
fosse de repente amarelo em resto efémero de
chuva,

Nenhuma
borboleta
tem esta tinta de carne quase aberta, mas virgem
de sol, de campo extenso.

Dizem-te: borboleta.
Como se a seguir tivéssemos de embutir tudo,
tudo de algodões,
fechar todas as janelas, a luz
está proscrita
a partir de agora
e para sempre,
até os ossos se dissolverem em sal branco,
e a pele em retorcidos labirintos de eritema.

Que pulsão de correr as tuas cortinas, sacudir
a névoa persistente em tua pupila
e mostrar-te os penachos de um freixo estreando
o ano,
ali,
exatamente na esquina
da tua casa.

Mas já estás toda cruzada de pespontos,
incorporas um largo mapa histórico
que indica
a migração da fístula,
o horto rosáceo da verruga,
a nevrose que boreal, metálica, se embota nas tuas
ancas.

A isto
chamam
lobo.

Mas bom seria, pelo menos um mordisco
que esta geologia imprecisa,
demasiado acelerada
de úlceras e ganidos,
de torrentes de sangue corrosivo transbordando
na surdina permanente das tuas cócleas.

Arrancar, arrancar todos esses algodões,
deixar que entrem o pó, as pombas, o salitre,
abolir as gazes e o silêncio,
sussurrar: manteiga,
Samarcanda, esmeril.
Mostrar-te o freixo
da esquina.