21 novembro 2021

silvina ocampo


Sobre un mármol


Tantos recuerdos juntos en el viento,

tantos jardines juntos que recuerdan

sin nadie nadie ya que los recuerde,

tantas fuentes con ángeles, sirenas,

tritones o cupidos o pescados,

tanto mar en el sueño hecho de mármol,

tantas flores de caña ya perdidas

detrás de las mareas de los ríos

y un “moriré o no moriré muy pronto”

que dicen deshojadas margaritas

en lugar de «me quiere» o «no me quiere».



Em cima de um mármore


Tantas memórias juntas no vento,

tantos jardins juntos que se lembram

sem ninguém já ninguém que deles se lembre,

tantas fontes com anjos, sereias,

tritões ou cupidos ou peixes,

tanto mar no sonho feito de mármore,

tantas flores de cana já perdidas

por trás das marés dos rios

e um "morrerei ou não morrerei muito em breve"

que dizem desfolhadas margaridas

em vez de «bem me quer» ou «mal me quer».


19 novembro 2021

catalina villegas

 

Todo sabe a pollo


Alguien a esta hora

toma el pie regordete

de un neonato

clava en él la nariz

y luego los dientes

hasta que la risa de la criatura

estalla marcando el límite


Alguien a esta hora se sienta a la mesa

y mastica chicle de pollo

sus muelas rechinan

en la textura insípida

de una pechuga de látex


¿A quién le incomoda

llevar aves a la mesa?


El pájaro estaba en su cuna

de icopor y vinipel

no fui yo quien arrancó sus plumas

entrañas patas pico ojos

hermanos


Alguien a esta hora se sienta a la mesa

y estira la mano hacia el salero


su plato es blanco

pero no lo suficiente


El pájaro no sangraba

no cantaba

no volaba


Alguien a esta hora pasa la seda

entre sus dientes

intentando retirar

el recuerdo inofensivo

del sabor a pollo.



Tudo sabe a frango


Alguém a esta hora

pega no pé gordinho

de um recém-nascido

crava-lhe o nariz

e a seguir os dentes


até que o riso da criatura

estoura marcando o limite


Alguém a esta hora senta-se à mesa

e masca chiclete de frango

seus dentes rangem

na textura insípida

de um peito de látex


Quem se sente desconfortável

por levar pássaros à mesa?


O pássaro estava em seu berço

de esferovite e película de papel


Não fui eu quem lhe arrancou as penas

entranhas patas bico olhos

irmãos


Alguém a esta hora senta-se à mesa

e estica a mão até ao saleiro


o seu prato é branco

mas não o suficiente


O pássaro não sangrava

não cantava

não voava


Alguém a esta hora passa o fio dental

entre os seus dentes

tentando retirar

a lembrança inofensiva

do sabor a frango.


17 novembro 2021

maria sevilla paris

 

Bleu, sagnant, à point, bien cuit


Crua. Estic viva, però crua. La meva

carn elàstica me la imagino blana i

llenegosa entre les dents. Poc digestiva.

I mentidera. La sang me l’afiguro fent-se

rosa barrejant-se amb guarniments de base

làctica. Lliscosa. Lletosa entre les dents i

mentidera. La pleura: no sé on és.

El pàncrees: no sé on és. La melsa:

no sé on és. Potser fa sucs i és

mentidera com la dona del mercat

prometent-me el tall més tendre. I jo tan

crua. Estic viva, però crua. La meva

pell elàstica. La meva fractura vertebral.

Els meus esfínters. La meva obertura:

em paralitzen. Me’ls imagino blans i

llenegant entre les dents. Poc digestius.

I mentiders. —Cinquanta quilograms de carn

sisplau i me la posa ben fineta. Me la talla

ben arran del precipici. Ben al límit del

vertigen vascular:


el meu ventre és


un avenc. Potser fa sucs i és

mentider com déu cuinant-te la carn

crua. Estàs viva. Repugnant. I crua.



Bleu, sagnant, à point, bien cuit


Crua. Estou viva, mas crua. A minha

carne elástica imagino-a mole e

escorregadia entre os dentes. Pouco digestiva.

E mentirosa. O sangue perceciono-o rosa

misturando-se com guarnição de base

láctica. Deslizante. Leitoso entre os dentes e

mentirosa. A pleura: onde está.

O pâncreas: onde está. O baço:

não sei. Talvez derrame sucos, é

mentiroso como a mulher do mercado

que me promete o corte mais tenro. E eu tão

crua. Estou viva, mas crua. A minha pele

elástica. A minha fratura vertebral.

Os meus esfíncteres. A minha abertura:

paralisam-me. Vejo-os macios e

escorregando entre os dentes. Pouco digestivos.

E mentirosos. - Cinquenta quilos de carne

por favor e que seja bem acabada. Corte-ma

mesmo ao rés do precipício. Mesmo no limite da

vertigem vascular:


o meu ventre é


um sima. Talvez derrame sucos e é

mentiroso como deus cozinhando a carne

crua. Estás viva. Repugnante. E crua.


15 novembro 2021

valeria tentoni

 

El jardín prestado

Se aplana el horizonte, se aquieta la mente. Desde que llegué al pueblo mis sentidos necesitan, poco a poco, de mucho menos para encenderse, pero es con grandes estruendos, como un motor que nadie acciona desde hace tiempo. En medio de la segunda noche, por ejemplo, me despertó el silencio: era tan absoluto que sentí que me podía hundir en él, un cráter negro del que me separaba un único paso en falso, ¿pero cuál?

En este jardín prestado de pueblo prestado tengo la impresión de que todo es signo mayor, incluso el quiebre de una rama seca. La última imagen que conservo antes de la pandemia es la de un señor gigante y hermoso con una trampa para lauchas cortando un pedacito de queso con sus manos de bestia y clavándolo justo en el centro del pequeño mecanismo, un mecanismo tan austero y simple que no se le podría tener confianza sino apenas fe. El gigante se pasea por mi cine mental; está agachándose en la cocina, lo veo de rodillas cuando deja la trampa bajo la mesada. Después, y todavía desde el suelo, me sonríe como deben sonreír los dioses. Sé que en ese momento sentí un gran amor y no supe por quién, pero así y todo me cuesta creer que haya sido la última escena significativa antes del encierro. ¿Por qué vuelve a mí en estos días? ¿Qué cosa rige los algoritmos de mi cabeza?

Durante los primeros meses intenté conducir mis entusiasmos y me inscribí en distintos cursos. En uno de ellos me enseñaron que, a simple vista, todas las estrellas que titilan en el cielo quedan prácticamente en un mismo plano. Que desde nuestra posición y sin el auxilio de ciertos artilugios no distinguimos bien, entre las que vemos, cuál está más lejos, cuál está más cerca. También me explicaron que el cielo es un concepto, que el cielo no existe. Con los recuerdos, de algún modo, ocurre igual: extraemos de nuestras canteras —a veces también con auxilio— un puñado y quedamos con esos, salvo que alguna cosa provoque nuevas erupciones. De repente toda la infancia es una única vuelta en calesita, la tarde en que nos reventamos la rodilla en la vereda y vimos por primera vez nuestra propia sangre, un recreo infinito en el mismo patio escolar, la sensación de tomar agua del vaso telescópico el día que se nos cayó un diente de leche.

Leo al pasar que los cerebros no son para pensar. Que están ahí no para que tironeemos de ellos como de un hueso que no entrega nuestro perro, sino para mantenernos a flote, vivos. Para avisarnos de un millón de maneras diferentes que necesitamos tomar agua, dormir, caminar. Pasan los días en el pueblo y mi oído queda ahuecado, como una palta sin carozo. Después de que cae el sol, mientras riego, puedo identificar la pequeña música de las hortensias agradecidas, el limonero enfermo. Así también el vuelo intempestivo de un colibrí me puede partir el corazón al medio; mi boca se abre como una granada y no soporto lo que veo, la ruta frenética y majestuosa, impredecible, que dibuja. Quiero ser el colibrí, quiero ser la flor, el camino que hace hasta tocarla. El hueso, me pregunto, ¿para qué el hueso, y por qué como si no fuese un peligro?

En el jardín prestado aprendo a quedarme quieta, consciente de que alcanzará con volver a la ciudad para que lo olvide. Los horneros a mi alrededor ya no interrumpen sus caminatas, que yo confundía con saltos. Día tras día observo las contorsiones de un falso banano que, estimulado por mis atenciones diarias, se va sacando hojas nuevas en una esquina. Miro cómo se retuerce, cómo se esfuerza en guardar su secreto de la luz, y pienso que la poesía es eso: proezas antes de ocultamiento que de revelación. Aprendo a no interrumpir el sacrilegio de las tortugas en el cantero, comiéndose las flores. Son las mismas flores que vi crecer directo de la arena hace muchos años, en un jardín salado en el que nada aceptaba crecer. Descubro que también una tortuga puede impacientarse, que una planta puede sentir vergüenzas, que las alquimias que se completan en lo oscuro de un jardín son las que lo apuntalan.

Nada de esto me pertenece y es un alivio, que es el modo en que comienzan las desesperaciones nuevas. El cielo regurgita y al sol le sigue la tormenta. ¿Por qué nos burlamos de los principios milenarios todo este tiempo, con todas esas estrellas apelmazadas emitiendo sus señales sin que nadie sea capaz de levantar la vista?

“La separación entre la melancolía y la dicha no es más ancha que el filo de un cuchillo”, subrayo. Después abandono el libro, me desentiendo. Varias veces escuché decir que los peces tienen memoria corta y que por eso no sufren en la pecera. No dedico demasiado tiempo a contrastarlo, mejor decir nada. Quizás era una de esas frases que se les dicen a los chicos para que no sufran, como si una cosa así fuera posible. Se supone que al tercer minuto los peces lo olvidan todo y retoman su vehemencia exploratoria, su desembarco. No alcanzan a angustiarse por el vidrio ni a ensayar hipótesis que ya lo están viendo todo de cero otra vez, bailando entre burbujas artificiales. Las preguntas son las de siempre, pero no retenemos ninguna respuesta. Quizás esa sea nuestra manera de mantenernos con vida, el modo en que nuestro cerebro suelta el hueso para encargarse de cosas más importantes.

Una vez, el poeta David Wapner compartió una experiencia de taller con niñas y niños. Si no recuerdo mal, habían estado trabajando con masilla y uno de los asistentes, de unos siete años de edad, había logrado armar las piernas de su monigote valiéndose de la figura del arco. “¡El niño acaba de inventar el puente!”, escribió. Wapner tenía razón, pero además de tener razón tenía la sensibilidad suficiente como para verlo y valorarlo, la grandeza de felicitar al niño por inaugurar en pleno siglo XXI la era del arco. Con el invento de ese niño cruzamos ríos, montañas, visitamos islas, caminamos sobre aguas en la que los peces olvidan una y otra vez la dirección de las corrientes que combaten.

Leo en otro libro que durante décadas debatieron acerca de la pertinencia o no del ombligo de Adán en las pinturas. Imagino a Miguel Ángel con el pincel en la mano, su cavilación. El mundo comenzó otra vez ese día, y hubo otros comienzos traídos del polvo. Mientras tanto el colibrí ya dejó en paz a la estrelicia y se convirtió en una fantasmagoría, algo que pudo o no haber ocurrido. Descarto este libro también. Queda en la cocina, junto a la ventana. Afuera está el día y yo estoy adentro, royendo. Todos los libros comienzan a parecerse entre sí, también los que escribo, los que me propuse terminar.

El tiempo reposa.

Yo me levanto.

Una noche veo un bichito de luz. Aquí sí que comienza algo, me digo. Hace demasiado tiempo que no veía uno y recuerdo, entre todo lo que no recuerdo, la primera vez que escribí a este insecto. Lo recuerdo, precisamente, porque lo escribí. ¿Escribir es un modo de aprender de cero, de esconderse mejor, de pelar un hueso? En ese entonces era otra. Deseaba otras cosas, temía a otras cosas. Un vidrio se estiraba frente a mis ojos y yo lo golpeaba una y otra vez, como una mosca sucia e inocente. ¿Cambia el signo, se quiebra una rama? ¿En un lugar al que ya no puedo volver —porque no se puede volver nunca a ninguna parte— el hombre con manos de bestia sonríe todavía frente a su trampa perfecta? ¿Ya pasaron tres minutos?



O jardim emprestado

Aplana-se o horizonte, aquieta-se a mente. Desde que cheguei, os meus sentidos precisam, pouco a pouco, de muito menos para se ligarem, mas com grandes estrondos, como um motor que ninguém ligou durante muito tempo. A meio da segunda noite, por exemplo, despertou-me o silêncio: era tão absoluto que senti que podia afundar-me nele, uma cratera negra da qual me separava um único passo em falso, mas qual?

Neste jardim emprestado do sítio, tenho a impressão de que tudo é sinal maior, inclusive o quebrar de um ramo seco. A última imagem que conservo antes da pandemia é a de um senhor gigante e bonito com uma armadilha para ratos cortando um pedaço de queijo com suas mãos de besta e cravando-o bem no centro do pequeno mecanismo, um mecanismo tão austero e simples no qual não se podia ter confiança, apenas fé. O gigante passeia-se pelo meu cinema mental; está agachado na cozinha, vejo-o de joelhos quando deixa a armadilha debaixo da banca. Depois, e ainda no chão, sorri para mim como devem sorrir os deuses. Sei que naquele momento senti um grande amor sem saber por quem, mas ainda assim é difícil acreditar que foi a última cena significativa antes do confinamento. Por que regressa a mim nestes dias? O que coisa rege os algoritmos de minha cabeça?

Durante os primeiros meses tentei canalizar os meus entusiasmos e inscrevi-me em diferentes cursos. Num deles ensinaram-me que, a olho nu, todas as estrelas que cintilam no céu ficam praticamente no mesmo plano. Que da nossa posição e sem o auxílio de certos artefactos não distinguimos bem, entre as que vemos, qual a que está mais longe, qual a que está mais perto. Também me explicaram que o céu é um conceito, que o céu não existe. Com as recordações, de algum modo, acontece o mesmo: extraímos das nossas pedreiras, às vezes também com ajuda, um punhado e ficamos com elas, exceto se alguma coisa provocar novas erupções. De repente toda a infância é uma única volta de carrossel, a tarde em que esfolamos o joelho na calçada e vimos pela primeira vez o nosso próprio sangue, um recreio infinito no mesmo pátio escolar, a sensação de beber água do copo telescópico no dia que nos caiu um dente de leite.

Leio em diagonal que os cérebros não são para pensar. Que estão lá não para que os puxemos como a um osso que não entrega o nosso cão, mas para nos manter a flutuar, vivos. Para nos avisar de um milhão de maneiras diferentes que precisamos de beber água, dormir, caminhar. Passam os dias no sítio e os meus ouvidos ficam ocos, como abacates sem caroço. Depois do por do sol, enquanto rego, posso identificar a pequena música das hortênsias gratas, o limoeiro doente. Assim também o voo intempestivo de um colibri pode partir-me o coração ao meio; a minha boca abre-se como uma romã e não suporto o que vejo, a rota frenética e majestosa, imprevisível, que desenha. Quero ser o colibri, quero ser a flor, o caminho que faz até a tocar. O osso, pergunto-me, para quê o osso, e porquê como se não fosse um perigo?

No jardim emprestado aprendo a ficar quieta, consciente de que perceberá quando voltar à cidade para o esquecer. As mariquitas à minha volta já não interrompem as suas caminhadas, que eu confundia com saltos. Dia após dia observo as contorções de uma falsa verga que, estimulada por minhas atenções diárias, vai arrancando folhas novas numa esquina. Vejo como se contorce, como se esforça por guardar o seu segredo da luz, e penso que a poesia é isso: proezas mais de ocultação que de revelação. Aprendo a não interromper o sacrilégio das tartarugas no canteiro, comendo as flores. São as mesmas flores que vi crescer diretamente da areia há muitos anos, num jardim salgado onde nada aceitava crescer. Descubro que também uma tartaruga se pode impacientar, que uma planta pode sentir vergonha, que as alquimias que se completam no escuro de um jardim são as que o sustentam.

Nada disto me pertence e é um alívio, que é o modo como começam os desesperos novos. O céu regurgita e ao sol segue-lhe a tormenta. Por que mofamos dos princípios milenares todo este tempo, com todas essas estrelas amassadas emitindo os seus sinais sem que ninguém seja capaz de levantar a vista?

"A separação entre a melancolia e a felicidade não é mais larga que o fio de uma faca", sublinho. Depois abandono o livro, desapego-me. Várias vezes ouvi dizer que os peixes têm memória curta e que por isso não sofrem no aquário. Não passo muito tempo a verificar isso, é melhor não dizer nada. Talvez fosse uma daquelas frases que se diz às crianças para que não sofram, como se algo assim fosse possível. Supõe-se que ao terceiro minuto os peixes esquecem tudo e retomam sua veemência exploratória, seu poiso. Não chegam a angustiar-se com o vidro nem a ensaiar hipóteses que já estão a ver tudo a partir do zero outra vez, dançando entre bolhas artificiais. As perguntas são as de sempre, mas não retemos nenhuma resposta. Talvez seja a nossa maneira de nos mantermos vivos, a forma como o nosso cérebro solta o osso para lidar com coisas mais importantes

Uma vez, o poeta David Wapner partilhou uma experiência de atelier com meninas e meninos. Se bem me lembro, tinham trabalhado com massa e um dos assistentes, com cerca de sete anos de idade, tinha conseguido montar as pernas do seu boneco, usando a figura do arco."O menino acaba de inventar a ponte!" escreveu. Wapner tinha razão, mas além de ter razão tinha a sensibilidade suficiente para o ver e o valorizar, a grandeza de felicitar a criança por inaugurar em pleno século XXI a era do arco. Com a invenção dessa criança atravessamos rios, montanhas, visitamos ilhas, caminhamos sobre águas em que os peixes esquecem uma e outra vez a direção das correntes que combatem.

Li noutro livro que durante décadas debateram sobre a pertinência ou não do umbigo de Adão nas pinturas. Imagino Miguel Ângelo com o pincel na mão, a sua congeminação. O mundo começou outra vez nesse dia, e houve outros começos trazidos do pó. Entretanto o colibri já deixou em paz a estrelícia e converteu-se numa fantasmagoria, algo que pode ou não ter ocorrido. Também estou a descartar este livro. Quieta na cozinha, junto à janela. Lá fora está o dia e eu estou dentro, roendo. Todos os livros começam a serem parecidos uns aos outros, também os que escrevo, os que me propus terminar.

O tempo repousa.

Eu levanto-me.

Uma noite vejo um bichinho de luz. Aqui sim, começa algo, digo-me. muito tempo que não via um e lembro, entre tudo o que não lembro, a primeira vez que escrevi a este inseto. Escrever é uma maneira de aprender do zero, de se esconder melhor, de descascar um osso? Na altura era outra. Desejava outras coisas, temia outras coisas. Um vidro estirava-se diante dos meus olhos e eu batia-lhe uma e outra vez, como uma mosca suja e inocente. Muda o sinal, um galho quebra? Num lugar aonde já não posso voltar, porque nunca mais se pode voltar a lado nenhum, o homem com mãos de besta sorri ainda diante da sua armadilha perfeita? Já passaram três minutos?


Enxoval

Para os meus quarenta filhos quarenta enxovais

canastas cheias de ortigas

e visco,

pérolas envoltas em folhas de parra.

 

O laço com que se enforcam

os pássaros num lugar escuro.

 

Um chocalho de prata.

 

Uma lembrança de quando fui jovem e inteira, puro talo

e nada em meu corpo se articulava com outro

e sozinha vinha e sozinha ia e sozinha respondia

a nenhuma pergunta.

 

Mas não tenho para dar de mamar a quarenta

não tenho mais que um coração tolhido e mostrengo

um coração pessegueiro doente de podridão morena

que ataca primeiro as flores e depois o fruto

e depois, depois a árvore.

 

Que me cresço em cima de mim e por baixo de mim e

dos meus ramos se balanceiam

quarenta filhos mortos

dos quais não pari nenhum.

 

Quarenta filhos todos de mim enteados

 

13 novembro 2021

julia uceda

 

Hablo de la infancia


Escalera crujiente,

trozo de bosque organizado

por el que ir hasta la cumbre

de aquel desván lleno de sueños,

pájaros silenciosos

que viajan sin ruido.

Sobre ti estaba el premio

cubierto por el polvo

y lo muerto vivía

para mí, en mis ensueños.

Hogar sin sótanos,

todo aquello era hermoso

porque estaba creando su recuerdo;

viviéndote, sentía

que de algún modo ya te recordaba.

Y siempre que te acercas

entre la niebla, oigo

cómo se queja suavemente,

enmohecido por las lluvias,

el pesado cerrojo de una verja.

La del jardín acaso.



Falo da infância


Escada rechinante,

pedaço de floresta organizada

para ir até ao topo

desse sótão cheio de sonhos,

pássaros silenciosos

que viajam sem ruído.

Em cima de ti estava o prémio

coberto pela poeira

e o morto vivia

para mim, nos meus sonhos.

Casa sem caves,

tudo aquilo era belo

por estar a criar a sua memória;

vivendo-te, sentia

que de algum modo te lembrava.

E sempre que te aproximas

entre a névoa, ouço

como se queixa suavemente,

bolorenta devido às chuvas,

a pesada fechadura de uma cancela.

A do jardim talvez.




11 novembro 2021

maría garcía zambrano


Despertar a las bestias con bocanadas

de belleza.


Que el asombro sea nuestra matria

y la lluvia no dañe

estos huesos

de incandescente búsqueda.


Quitar el sombrero a este amanecer

melancólico.


Salvar la esperanza

de las fauces

de los leones acuáticos.



Acordar os bichos com erupções 

de beleza.


Que o assombro seja a nossa mátria

e a chuva não danifique

estes ossos

de incandescente procura.


Tirar o chapéu a este amanhecer

melancólico.


Salvar a esperança

das fauces

dos leões aquáticos.


09 novembro 2021

malena luján

 

Entre la piel y el hueso limpio

solo hay fotografías.

Entonces me miro las manos

un poco más grises.


El mediodía no quiere

traer torcazas,

el viento no besa

la frente de nadie.


La mano,

cansada del naufragio,

destensa el puño.

El remo se va río abajo.


Ya no queda niño, juguete,

ni canción redonda

que cantar a la muerte.


La mano es una trinchera

y no encontramos tajo

para sangrarla.



Entre a pele e o osso limpo

só há fotografias .

Então olho para as minhas mãos

um pouco mais cinzentas.


O meio-dia não quer

trazer avoantes,

o vento não beija

a testa de ninguém.


A mão,

cansada do naufrágio,

distende o punho.

O remo vai pelo rio abaixo.


Já não há criança, brinquedo,

ou canção redonda

para cantar à morte.


A mão é uma trincheira

e não encontramos talho

para a sangrar .



07 novembro 2021

maría macaya martén

 

Pero te estoy escribiendo todavía


Entré al baño del apartamento en Boston.

Detrás de la puerta colgaba tu bata.

Había un pañuelo sucio en la bolsa izquierda.

Hacía dos años habías muerto.


¿Habría sabido, el afortunado papelillo,

que te sobreviviría por tanto tiempo?

¡Te sentí tan cerca!


Contenía tal vez tus últimas lágrimas,

el sudor leve de tu cuello,

un efímero estornudo,

o mocos.


Ya no importa

supongo.


Lo sostuve frente a mí

como lirio blanco entre mis dedos.

No sabiendo si venerarlo

o repudiarlo.


Lo boté en la basura.

Cerré la puerta.



Mas ainda te estou a escrever


Entrei na casa de banho do apartamento de Boston.

Atrás da porta estava pendurado o teu roupão.

Havia um lenço sujo no bolso esquerdo.

Tinhas morrido há dois anos.


Teria sabido, o sortudo papelinho,

que te sobreviveria por tanto tempo?

Senti-te tão próximo!


Continha talvez as tuas últimas lágrimas,

o suor leve do teu pescoço,

um efémero espirro,

ou moncos.


Já não importa

suponho.


Segurei-o diante de mim

como lírio branco entre os meus dedos.

Não sabendo se o venerar

ou repudiá-lo.


Deitei-o no caixote de lixo.

Fechei a porta.



05 novembro 2021

karen cano

 

Hay algo de tragedia

y resignación, en el hábito

que tiene mi madre de bendecirme,

antes de salir de casa.


Lo supe el día que balacearon a Luis.


Dicen que los perros perciben estas cosas,

como una droga ácida,

les cala en la humedad de la nariz,

aúllan adoloridos con las fauces

infestadas de putrefacción.


Traía el demonio adentro,

los ruidos caninos acosaban por la calle,

me tomé del vientre y él sujetó su cámara,

nos reímos al ritmo del bailarín

que improvisa sin miedo a caer.


Por un tiempo no quise a los cartomantes.


Como buena supersticiosa, nunca camino por

debajo de una escalera

ni le doy en la mano la sal a nadie.


La incapacidad de adivinar el futuro

es la droga que Dios nos da

para que estemos tranquilos.


Mi madre lo sabe,

ella lo sabe todo,

todo lo que la condición mística materna le permite.


Se resigna a la suerte,

y casi siempre a medio despertar,

por la mañana me despide

y me encomienda al cielo.


Desconecto mis labios

de su frente cálida, me voy

al trabajo en medio

de una sinfonía de ladridos y muerte.



Há algo de trágico

e resignação, no costume

que tem a minha mãe de me abençoar,

antes de sair de casa.


Soube isso no dia em que Luís foi baleado.


Dizem que os cães percebem estas coisas,

como uma droga ácida,

solta com a humidade do nariz,

uivam doloridos com as mandíbulas

infestadas de putrefação.


Trazia o demónio dentro,

as sonoridades caninas acossavam pela rua,

Segurei a barriga e ele segurou a câmara,

Rimos ao ritmo do dançarino

que improvisa sem medo de cair.


Durante un tempos não quis cartomantes.


Como boa supersticiosa, nunca vou por

debaixo de uma escada

nem ponho sal na mão de ninguém.


A incapacidade de adivinhar o futuro

é a droga que deus nos dá

para estarmos sossegados.


A minha mãe bem o sabe,

ela sabe tudo,

tudo o que a condição mística materna lhe permite.


Resigna-se à sorte,

e quase sempre meia acordada,

de manhã despede-se de mim

e encomenda-me ao céu.


Descolo os meus lábios

da sua testa quente, vou-me embora

para o trabalho no meio

de uma sinfonia de latidos e morte.



03 novembro 2021

mirna coreliel

 

Pecera


De mi miel es territorio

me carcome fresca

se pudre en las entrañas.


Isla diminuta y sobrepoblada

casa triste de aquellos

que se han quedado sin aliento.

No hay más agua

que el salivar de los perros,

hambrientos

gotas corroídas y tormentas de sangre

para no secarnos, vida.


Peces tiernos,

diminutos

que se están ahogando.



Aquário


Do meu mel é território

carcome-me fresca

apodrece nas entranhas.


Ilha diminuta e sobre-lotada

casa triste daqueles

que ficaram sem fôlego.


Não há outra água

que o salivar dos cães,

famintos

gotas corroídas e tempestades de sangue

para não secarmos, vida.

Peixes tenros,

diminutos

que se estão a afogar.



01 novembro 2021

irene solà


Si l’euga pastura al jardí

embrutarà els vidres de baves.

Però és que el sol és calent!

Podríem fer moltes coses:

pujar a la teulada,

el pare té una escopeta,

l’euga té el pèl suau.

Si neva ens tornarem bojos!

Fes-me un petó a la boca, cavall!



Se a égua pastar no jardim

manchará os vidros com baba.

Mas o  sol está quente!

Podíamos fazer muitas coisas:

subir ao telhado,

o pai tem uma caçadeira,

a égua tem um pelo suave.

Se nevar entraremos na loucura!

Dá-me um beijo na boca, cavalo!


30 outubro 2021

araceli amador vázquez


Platino amanecer

Como si fuese una dulce naranja, el burro acerca el hocico al sol y se lo come a gajos. Cada mañana recuerda el camino hacia el atardecer, se detiene a buscar más naranjas sobre la colina. Qué travieso borrico; se ha llevado el día entre los dientes. Se lo come, hasta que la noche tiene una mordida y cuando lo devora sale la luna. Entonces las ramas se convierten en mecates y la noche pasea a este burro. Qué bella mujer lo acompaña; negras olas son sus cabellos. Se mueve al trote del tierno animal, lleva en la mano un globo de plata.

Qué bella mujer; tan blanca en la oscuridad, con sus largos dedos busca en el pelaje del asno, entonces, encuentra palabras y las teje, una a una forma un collar; dice que tiene por oficio el de poeta. En sus menesteres no se da cuenta que aspira el sol lentamente, un gas amarillo se le filtra en la blancura, pero está tan concentrada que no se contamina.

Los primeros pájaros tapizan el helio, ahora son negros como la poesía. El gallo que canta ahora es azabache y de su canto salen notas negras y redondas. La mujer sigue haciendo collares con ahínco, como si de sus dedos dependiera el deseable día plateado. ¡Por fin!, ya no huele a soledad, ahora los lirios surgen de la tierra.



Alba de platina

Como se fosse uma doce laranja, o burro aproxima o focinho do sol e come-o aos gomos. Todas as manhãs lembra-se do caminho para o entardecer, detém-se a procurar mais laranjas sobre a colina. Que burrinho malandro, levou o dia entre os dentes. Come-o, até que a noite tem uma mordida e quando o devora sai a lua. Então os galhos transformam-se em sistemas de rédeas e a noite passeia este burro. Que bela mulher o acompanha; negras ondas são seus cabelos. Move-se ao trote do tenro animal, leva na mão um globo de prata.

Que bela mulher; tão branca na escuridão, com seus longos dedos procura na pelagem do jumento, então, encontra palavras e tece-as, uma a uma forma um colar; diz que tem por ofício ser poeta. No seu mister não se dá conta que aspira o sol lentamente, um gás amarelo se lhe filtra na brancura, mas está tão concentrada que não se contamina.

Os primeiros pássaros atapetam o hélio, agora são negros como a poesia. O galo que canta agora é azeviche e do seu canto saem notas negras e redondas. A mulher continua a fazer colares com afinco, como se dos seus dedos dependesse o desejável dia prateado. Finalmente! Já não cheira a solidão, agora os lírios surgem da terra.


28 outubro 2021

paloma sheherezade

 

Equilibrio


Creo en el empuje dorsal

hacia el talante de mis pechos

casi

como un credo somático

y en el arqueamiento de la vertebra

hasta acabar

en la curvatura del empeine

como un solo arco de hueso


y un poco

de pulmón elástico.

Prefiero tener pegada al paladar

la palabra equilibrio


clavar en la hendidura

de la boca misma

la lírica anatómica


y en su cantata dominguera

consagrar la voz

a la pulsante arquitectura

de otro cuerpo en equilibrio


jugar al tango

entre músculos adormilados

y volver

para madurar las horas

con los ojos cerrados.



Equilíbrio


Acredito no impulso dorsal

para o ânimo dos meus seios

quase

como um credo somático


e no arqueamento da vértebra

até acabar

na curvatura do peito do pé

como um único arco de osso


e um pouco

de pulmão elástico.


Prefiro ter colada ao paladar

a palavra equilíbrio

cravar na fenda

da própria boca

a lírica anatómica


e na sua cantata domingueira

consagrar a voz

à pulsante arquitetura

de outro corpo em equilíbrio


brincar ao tango

entre músculos sonolentos

e voltar

para amadurecer as horas

com os olhos fechados.