03 agosto 2018

celeste diéguez


El cubículo de aire que nos alimenta, nos encierra.

A mi madre le causa gracia la repetición, la desgracia, los accidentes uno atrás del otro; a mí me causa gracia el segundo plano, lo que sucede por detrás de lo principal, los muñecos.

Mirlos, halcones, águilas –alguien decía que sería pájaro– cartílagos alineados planeando sobre los sembradíos; yo solo puedo hacer lo que siempre hace mi familia: huir, atragantarse y acumular salpicaduras de fango en el ruedo deshabillado de enaguas rasadas. Desgracias de mujer que insatisfecha busca y no puede elevarse.

No podrás caminar fuera de tus pasos, fuera del pasto.

Hay en una habitación, en una sala, tal vez una chimenea romántica, leños y mantis de fuego, tal vez renacentista o decadente, digo un estar en un cuarto de juegos; una casa aparece si encendemos uno de esos veladores que giran con imágenes de luz, veríamos en la pared figuritas del mundo que aún no hemos visitado.


Fecha-nos o cubículo de ar que nos alimenta.

A minha mãe acha piada à repetição, à desgraça, aos incidentes uns atrás dos outros ; eu interesso-me pelo segundo plano, o que acontece por trás do principal, os bonecos :

Melros, falcões, águias – alguém dizia que era pássaro - cartilagens alinhadas planando sobre as plantações; só consigo fazer o que a minha família faz sempre: fugir, engasgar-se e acumular esguichos de lama na arena despida de roupas niveladas. Desgraças de mulher que insatisfeita procura e não consegue elevar-se.

Não conseguirás caminhar fora dos teus passos, fora do pasto.

Há num quarto, numa sala, talvez uma chaminé romântica, lenha e louva-a-deus de fogo, talvez renascentista ou decadente, digo um estar em salão de jogos; uma casa aparece se acendermos um desses zeladores que rodam com imagens de luz, veríamos na parede figurinhas do mundo que ainda não visitámos.